La victoria silenciosa

La victoria silenciosa

Sentado solo en mi piso de Islington, la lluvia golpeaba la ventana cuando sonó el pitido final: 0-1. Sin fuegos artificiales. Sin cánticos. Solo silencio—lo suficientemente denso como para sentir.

La victoria no fue por los goles, sino por la paciencia. Un pase único, en el tiempo añadido, por un mediocampista desconocido—hasta que encontró su camino en la red.

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